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viernes, 26 de enero de 2018

"MUCHA GENTE LUCRÓ CON LA VILLA"

Cristian Espinoza es el nuevo cantante de Yerba Brava, una banda clásica de cumbia villera. Sin embargo, su voz es de las más antiguas: fue el primer vocalista de Guachín. El artista, que volvió al género en 2016, habló con Cumbia de la Pura y se mostró disconforme con el lucro de la figura violenta de los barrios.  



Cumbia de la Pura consultó a Espinoza sobre el lanzamiento de Pibes Chorros, en 2001. El conjunto fue el primero en el género en hablar sobre robos a mano armada y toma de rehenes.

Sin mencionar a nadie, el entrevistado marcó su postura.

"No me sorprendió. Hay gente que hace las cosas de corazón. Y otra que simplemente ve el comercio. Cada uno sabe donde está ubicado. Las cuentas las tenemos que pagar con El de Arriba. Tengo esa tranquilidad. Nosotros fuimos auténticos", expresó.

Y citó una de sus canciones, para diferenciarse de quienes hicieron apología del delito.

"Nosotros éramos de la gente alegre de la villa. Hablábamos del Descontrolado, pero no del que te mata por una bici. Sino del que se juntaba, tomaba y se reía hasta que le dolía la panza. Nosotros parábamos en una esquina y jamás molestamos a nadie. Manejábamos otros códigos. Y nuestra música tenía esa intención", destacó.

"Creo que mucha gente lucró con la imagen violenta de la villa", reflexionó.

No obstante, para el vocalista, las canciones del género se hicieron más violentas porque la sociedad acrecentó su brutalidad.

"El rumbo que fue tomando la cumbia villera fue el de los barrios. Se empezaron a desfigurar un par de cosas de la villa. Todo se empezó a poner un poco más jodido y las villas más violentas", opinó.


Cristian Espinoza siempre estuvo identificado con el sonido del barrio y las letras con contenido social. "Parábamos en una esquina y jamás molestamos a nadie", confesó.


En otro orden, Espinoza repasó su inicio en la música tropical, en la zona norte del conurbano bonaerense.

"La historia comienza a principios del ´90. Se escuchaban grupos con pelo largo que cantaban y bailaban. Yo me esmeraba mucho por aprender a cantar y tocar la guitarra. Y me empecé a presentar en varios castings. Un día me dijeron: "Mirá, negro. Estamos buscando pibes carilindos. No importa que canten feo". Era bastante chocante. Me sentía discriminado", relató.

La figura del vocalista no coincidía con lo que buscaba el mercado. En consecuencia, armó un conjunto con un perfil más barrial.  

"Hasta que dijimos: "Vamos a hacer algo distinto". Y nos pusimos La Vagancia. Ahí empezamos a hacer letras con contenido social. Nadie daba dos mangos por nosotros", recordó.

Espinoza continuó con su horizonte musical. Y en medio de la búsqueda se cruzó con un excompañero artístico. 

"En el ´98 me volví a encontrar después de muchos años con Gonzalo Ferrer. Nos conocíamos del grupo La Guayaba. Él estaba en Amar Azul y empezó a venir a los ensayos. Empezamos a trabajar juntos y a fines del ´99 firmamos para Leader Music", memoró.


La portada del primer material discográfico del grupo Guachín. En 1999, La danza del tablón fue lanzado a través de Leader Music.


Así nació el grupo Guachín, con la producción musical y artística de Ferrer. Ese año el conjunto sacó a la venta su primer material discográfico, titulado La danza del tablón.

En 2001, la agrupación lanzó su segunda placa: Las dos caras de la villa, la cual contuvo canciones como La cumbia del peregrino, Rescatate guachín y Amor de madre. Esta última fue grabada a dúo con Miguel D´ Anibale, vocalista de Amar Azul, en una clara intervención de Ferrer. 

Al año siguiente fue cuando salió el tercer y último disco de la agrupación, plagado de cambios profundos. La mitad de los músicos se habían ido, incluido el cantante. En consecuencia, la voz y el sonido fueron diferentes. 

Pese a que el trabajo se tituló No nos vamos, significó el final del grupo Guachín.

"Quedó la mitad de la formación de la banda. El cantante era Gastoncito, que era nuestro guitarrista. Se había terminado un ciclo. Hubo idas y vueltas; discusiones como en todas las bandas. El tiempo va pasando, vas aprendiendo cosas. Vos también queres aportar tu granito de arena y crecer en lo económico. Y sino buscás otro camino", explicó Espinoza.


No nos vamos fue el tercer disco de Guachín y significó el final de la banda, que ya no contaba con la voz de Cristian Espinoza. "Se había terminado un ciclo", explicó el vocalista.


Luego de su experiencia en la cumbia a la que las empresas denominaron villera, el cantante probó suerte con otros ritmos.

"Estuve en una banda de merengue: eran todos dominicanos", afirmó. 

Su paso por la música centroamericana hizo que cantara con artistas como Eliezer, Nolberto Alkalá y Banda Sólida.

"Fue una aventura. Me probé a mí mismo que podía hacer otras cosas", confesó.

Incluso, Espinoza se alejó de Buenos Aires y se mudó a la provincia de Chubut, al sur de la Argentina. Allí se involucró en la movida tropical local.

"Estuve alejado de los medios, pero no dejé la música. Estos años estuve viviendo en Comodoro Rivadavia y conocí gente del grupo Escorpio. Así empecé a ensayar con ellos y a hacer canciones del recuerdo. Hasta que empezaron los ofrecimientos para volver", reveló.




Así el artista regresó a su barrio y se metió de nuevo en el género villero. En 2016, Espinoza volvió a la música bajo el nombre de Cristian El Guachín. Y lanzó dos temas: De la cabeza y Llego con los tambores.

"Fue producto de nuestra imaginación hacer ese tipo de música. Y guardo los recuerdos lindos de esa época. Pero nuestra música es muy variada", la definió.

No obstante, el producto no tuvo el efecto esperado y el vocalista se sumó a las filas de Yerba Brava. Un nuevo desafío en la carrera de un cantante versátil.

Escuchá la nota completa acá:



La entrevista fue realizada en vivo en la tarde del sábado 29 de octubre de 2016.

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